sábado, 25 de abril de 2015

DOCUMENTO DEL GRUPO LCT-ARGENTINA-SOBRE EL IMPERIALISMO DE EE.UU, EUROPA Y JAPÓN, Y EL IMPERIALISMO DE RUSIA Y CHINA-




CON PERMISO DE  GRUPO   LCT-ARGENTINA PUBLICAMOS SU DOCUMENTO SOBRE EL IMPERIALISMO DE EE.UU, EUROPA Y JAPÓN,
Y EL IMPERIALISMO DE RUSIA Y CHINA.
 El correo eletronico de LCT es   lct_revolucionproletaria@yahoo.com.ar


SOBRE EL IMPERIALISMO DE EE.UU, EUROPA Y JAPÓN,
Y EL IMPERIALISMO DE RUSIA Y CHINA

Es totalmente impresionistas definir a Brasil o a la India como países imperialistas, como apresuradamente se aventuraron a decir algunos 'marxistas' y populistas tercer-mundistas. Ese impresionismo es el resultado del auge del BRICS (acuerdo comercial y financiero entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; los llamados países emergentes) pero ese bloque ya se desinfló porque empezó a caer la burbuja de loscommodities, y la apreciación del dólar que realizó EE.UU. los volvió a golpear. Debido a esto la economía de Sudáfrica y de la India lleva tres años de estancamiento y retroceso en el último año, al igual que Brasil que está en crisis llevando adelante nuevos ajustes económicos. ¿Dónde está la exportación de capitales de Brasil o un, sino poderoso, al menos internacional sistema financiero? De igual forma es equivocado hablar de sub-imperialismos o las sub-metrópolis, como también se teoriza; estas definiciones no sirven porque no definen si son una cosa o si son la otra. En ese sentido una burguesía, y un Estado burgués, es o no es imperialista. Pueden haber países semi-coloniales más avanzados que otros, es claro que no es lo mismo Pakistán que Afganistán, Egipto que Omán o Corea del Sur que Filipinas, y países semi-coloniales avanzados pueden jugar un rol de gendarme del imperialismo en diferentes regiones, como Egipto, Pakistán o Turquía, o mantenerse más distantes como la India, pero igualmente se trata de países semi-coloniales más avanzados que otros en el desarrollo de las fuerzas productivas, pero igualmente dependientes del imperialismo mundial hegemonizado –criminalmente– por los EE.UU.

Con la cuestión del imperialismo de Rusia y China la realidad es mucho más rica que los esquemas que algunos se hayan hecho en la etapa anterior al desmembramiento de la URSS. Pero se trata sólo de un esquemas porque Lenin no planteo, en su trabajo sobre el imperialismo de 1915, que ya no había posibilidades de que ningún país podía alcanzar una fase imperialista sin guerras, que todo iba a quedar acotado a 5 o 6 naciones. Nada de eso, sólo marcaban la tendencia general de la fase imperialista, en la que había entrado el capitalismo, tendencia y características de agonía y descomposición que se cumplió y se cumplen plenamente. De igual forma es correcto y fundamental, como en épocas de Lenin, considerar que para el surgimiento de un nuevo imperialismo hegemónico sigue siendo necesario una guerra mundial para repartir los mercados y/o para imponer un nuevo patrón monetario internacional.

De allí que no hay que estar en contra de las concepciones de Lenin y Trotsky para poder explicar por qué hoy Rusia y China son imperialistas, más aún sus teorías son fundamentales para entender el procesos. En ambos países se dieron revoluciones –aunque con sujetos sociales y direcciones muy diferentes– que para llevar adelante las tareas democráticas nacionales –y agrarias– expropiaron a la burguesía nacional y al imperialismo, porque la burguesía nacional de estos países era incapaz de poder hacerlo; puesto que si avanzaba sobre la propiedad privada de los medios de producción imperialistas y la tierra de los feudales o terratenientes, significaba también su propia expropiación. Eso les permitió a la URSS y a la República Popular China llegar a tener una mayor independencia del imperialismo mundial durante muchas décadas. Y la planificación estatal les permitió salir del subdesarrollo capitalista, pero su aislamiento por el rechazo natural, y lógico, de la burocracia a la revolución mundial –que es en esencia nacional, y por ello contrarrevolucionaria internacionalmente– los condujo al estancamiento y al retroceso en el desarrollo de las fuerzas productivas, al quedar sujetos y subordinados al mercado mundial dominado por el capitalismo imperialista.

A finales de los '80 la crisis y la escasez resultante –y el miedo a la movilización de las masas– llevó a la burocracia stalinista a inclinarse hacia la contrarrevolución decidida; o sea, ya no sólo objetivamente sino también subjetivamente: la burocracia stalinista se pasó con armas y bagaje a la restauración del capitalismo. Sin embargo eso tuvo lugar en Rusia y China donde el desarrollo de las fuerzas productivas eran muy superiores a la de los países semi-coloniales, y donde el aparato estatal centralizado permitió –aunque de forma diferente en Rusia que en China– una rápida transición a un estado de capitalismo monopolista. Igualmente, en ambos casos, se trata de un imperialismo débil y cada uno con características diferentes. Pero ninguno de los dos siguió el orden histórico de acumulación capitalista orgánica, y eso es lo que hizo posible y excepcional su salto (y también marca la debilidad hacia el futuro).

En el caso ruso con una acumulación capitalista realizada –mafiosamente, en su gran parte– sobre la base industrial y tecnológica-militar heredada de la URSS, que había llegado a ser la segunda potencia mundial, y con una actual influencia económica, política y de gran presencia militar principalmente en las regiones que eran parte o que influenciaba el viejo imperio ruso y la ex-URSS. En el caso chino, al restaurar el capitalismo la burocracia stalinista-maoísta, o los burgueses rojos, por un lado ampliaron y concentraron la esfera de acumulación del capital internacional con mano de obra súper-explotada en China, y por otro lado centraron una estrategia económica hacia todo el mundo semi-colonial extrayendo a bajo costo las materias primas que necesita para producir en China y también reservándose mercados para sus productos. Y aunque el ruso y el chino sean imperialismos diferentes, en sus discursos y estrategias, a los de Europa y a los Estados Unidos –como también es diferente el de Japón al de ambos– igualmente el resultado es el mismo en la división internacional del trabajo: profundiza la dependencia y la primarización de las economías de los países semi-coloniales y expoliar sus recursos naturales.

En resumen, las revoluciones rusa y china –y los Estados Obreros burocratizados que de allí surgieron– no dejaron al mundo como estaba antes. Y en el proceso contrarrevolucionario de la década del '90 el imperialismo pudo restaurar el capitalismo en estos países pero no pudo conquistar todo lo que se habían perdido por la revolución décadas atrás, dejando espacio para el surgimiento de estos dos recientes y excepcionales imperialismos. Imperialismos más débiles que EE.UU., Alemania, Gran Bretaña, Japón o Francia, y respecto a estos con una gran brecha tecnológica, pero tanto Rusia como China son poderosas economías, que política y militarmente son mucho más fuerte que países imperialistas más tradicionales como Australia, Italia, España o Portugal.

Algunos cree equivocado cerrar la caracterización de China como imperialista porque consideran que la crisis económica capitalista mundial podría derrumbar al régimen stalinista del PC chino provocando una apertura democrática, y con posibilidades de partición territorial por independencia de nacionalidades oprimidas, y eso le impediría llegar a ser imperialista. Pero aunque se diera ese proceso convulsivo resultado de la crisis capitalista mundial, la nacionalidades oprimidas en China no representan más de diez por ciento de la población total, aunque territorialmente abarque mucho más que ese diez por ciento no se trata de zonas industrializadas. Por otra parte la burguesía hace más de cien años que dejó de ser progresiva, y mucho más una burguesía que no realizó una acumulación capitalista orgánica, sino que logró su ubicación al amparo de un Estado monopolista y dictatorial. De allí que entre las tareas democráticas para la constitución del Estado-Nación (burgués) la burguesía china no le da ninguna importancia a la democracia burguesa como régimen de dominio. Aunque, si se viera obligada a aplicarla para engañar al pueblo chino lo hará, en el mejor de los casos, con un régimen "democrático" a lo Putin, o sea; un régimen reaccionario o semi-fascista.

Por lo tanto el constatar el ascenso económico de Rusia y China como potencias imperialistas, en nada contradice la teoría de Lenin sobre delImperialismo fase superior del capitalista, y la Teoría-programa de la revolución permanente de Trotsky –y confirma el carácter restaurador y reaccionario de la burocracia stalinista, sea bresneviana o maoísta (y castrista)– y principalmente porque es constatar un hecho de la realidad harto visible.

1) Puesto que Rusia y China son imperialistas –como lo es Alemania, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Japón o los EE.UU., aunque ambos países no sean hegemónicos como éste último–, los socialistas revolucionarios estamos por la ruptura de los pactos políticos y militares que nos atan al imperialismo, también de estos nuevos. Así como rechazamos la inversiones en infraestructura como carreteras inter-oceánicas y obras de esas características (y la instalación de bases militares), porque dichas inversiones –como las petroleras o la minería de los EE.UU, de Canadá, de Suiza o de Australia– a lo único que buscan en los países sub-desarrollados es a seguir extrayendo a bajo costo sus riquezas y sus recursos naturales no renovables.

2) A la vez, en tanto la clase obrera no tenga suficiente fuerza para poder expulsar al imperialismo, luchamos por la igualdad de los derechos obreros y sociales para los trabajadores chinos –o de otros países– que dichas empresas lleven a los países semi-coloniales. Nuestros enemigos no son los trabajadores chinos sino el imperialismo de China –o Rusia– y las burguesías entreguistas de las semi-colonias.

3) Por supuesto que en lucha por la revolución socialista los socialistas revolucionarios luchamos por las consignas democráticas formales en países como China o Rusia (o en los países árabes), consignas tales como; por el sufragio universal; por la autodeterminación de las nacionalidades; por la legalidad de los sindicatos y los partidos obreros, etc., y si esto se logra imponer o no es una cuestión de relación de fuerzas. Pero, a priori, la burguesía china –y rusa– es reaccionaria, no busca llevar adelante las tareas democráticas formales y las garantías civiles y constitución democrática de una república burguesa. Todo lo contrario, pues estas burguesías necesitan la opresión, y la represión, para la mayor explotación obrera posible y lograr así disputar mercados a otras potencias imperialistas más adelantadas. O sea, la tarea de completar las tareas de la revolución burguesa, que las burguesías china o rusa se niegan, es tarea del proletariado y para llevarla adelante necesitara construir su dirección revolucionaria, tomar el poder, y dar firmes pasos hacia el socialismo.

4) El surgimiento de estos nuevos imperialismos hace que algunos de los viejos imperialismos entren en decadencia, y que otros empiecen a ver menguado sus mercados y sus espacios vitales, lo que lleva a la agudizaciones de las contradicciones y a los roses inter-imperialistas, y llevará en la siguientes décadas a profundizar las tendencias de la barbarie capitalista hacia una Tercera Guerra Mundial. En tal caso, sea como sea que se conformen los bloques imperialistas, estamos por el derrotismo revolucionario, esto es; los trotskistas no apoyamos a ninguno de los dos bandos imperialistas y llamamos a parar la nueva carnicería imperialista con la revolución proletaria y socialista.

Marcelo Ríos, por la Liga Comunista de los Trabajadores.
22-04-2015


Nenhum comentário:

Postar um comentário